La imaginación activa que caracteriza al llanero
ha creado numerosas leyendas y mitos que eran
relatados en las reuniones de los obreros al
final del día de trabajo y antes de dormir ó en
canciones o pasajes que usan como letra la
historia de algún espanto o aparecido.
Entre las leyendas más relatadas se encuentran;
La Llorona, La Sayona, El Hachador de Ospino,
pero sin duda alguna de las más conocida es la
de "El Silbón", un espanto alto y delgado que
lleva a cuestas un saco lleno de huesos y que
"desanda los caminos de Portuguesa cuando llega
el mes de Mayo".
LA LEYENDA DE "EL SILBÓN"
Espíritu vagabundo por matar a sus padres.
Después de
asesinar a su padre, el hombre fue castigado con
un mandador de pescuezo (típico del llano), al
tratar de huir fue mordido por un perro tureko,
para concluir el castigo su abuelo regó sobre
sus heridas gran cantidad de ají picante. El
recuerdo y mención de lo sucedido libra a las
personas de ser atacadas por este espíritu
errante conocido como el silbón.
El Silbón
se presenta a los borrachos en forma sombrío.
Otros llaneros le dan forma de hombre alto y
flaco. usa sombrero y ataca a los hombres
parranderos y borrachos, a los cuales chupa el
ombligo para tomarles el aguardiente.
La tradición
explica que al llegar el silbón a una casa en
las horas nocturnas, descarga el saco y cuenta
uno a uno los huesos; si no hay quien pueda
escucharlo, un miembro de la familia muere al
amanecer.
Otra versión
dice que fue un hijo que mato a su padre para
comerle sus "asaduras". El muchacho fue criado
toñeco (mimado), no respetaba a nadie. Un día le
dijo a su padre que quería comer vísceras de
venado. Su padre se fue de cacería para
complacerlo pero tardaba en regresar. En vista
de esto el muchacho se fue a buscarlo y al ver
que no traía nada, no había podido cazar el
venado, lo mato, le saco las vísceras y se las
llevo a su madre para que las cocinara. Como no
se ablandaban, la madre sospechó que eran las
"asaduras" de su marido, preguntándole al
muchacho, quien confesó la verdad.
De inmediato lo
maldijo para toda la vida. Su hermano Juan lo
persiguió con un "mandador", le sonó una tapara
de ají y le azuzó el perro "tureco" que hasta el
fin del mundo lo persigue y le muerde los
talones
EL ESPÍRITU DE
LA LLORONA
Varias son las
narraciones fantásticas que sobre el espíritu de
la llorona cuentan los ancianos pobladores de la
sabanas araucanas. La Llorona convertida
en el espíritu vagabundo de una mujer que lleva
un niño en el cuadril, hace alusión a su nombre
porque vaga llorando por los caminos. Dice la
tradición que la llorona reclama de las personas
ayuda para cargar al niño; al recibirlo se libra
del castigo convirtiéndose en la llorona la
persona que lo ha recibido. Otras versiones
dicen que es el espíritu de una mujer que mató
por celos a la mamá y prendió fuego a la casa
con su progenitora dentro, recibiendo de ésta,
en el momento de agonizar la maldición que la
condenara: "Andarás sin Dios y sin Santa
María, persiguiendo a los hombres por los
caminos del llano". Se dice que nunca se le
ve la cara y llora de vergüenza y
arrepentimiento por lo que hizo a su familia.
El espíritu de
La Llorona, transformado en leyenda, ha
acompañado al hombre llanero desde épocas
remotas y de su existencia son testigos muchos
viejos "Don Juanes". Otros menos creyentes
consideran que es una creencia contraria a la
razón, creada por los adultos con el objetivo de
amedrentar o atemorizar a los vaqueros que
cruzaban caminos en busca de algún romance
nocturno por las sabanas. Un pedazo de tabaco de
rollo en el bolsillo evita la aparición de la
llorona.
LA LEYENDA DE
JUAN MACHETE
Considerada
como una de las leyendas más conocidas del
llano. Cuenta la vida del hombre que quería ser
el más poderoso de la región, su nombre era Juan
Francisco Ortiz, amo y señor de las tierras de
la Macarena. Este señor hizo un pacto con el
diablo en el cual le entregaba su mujer e hijos,
a cambio de mucho dinero, ganado y tierras. El
diablo le dijo a Juan que agarrara un sapo y una
gallina, a los cuales debería coserle los ojos y
enterrarlos vivos un Viernes Santo a las doce de
la noche, en un lugar apartado, luego debería
invocarlo de alma y corazón. Juan cumplió con lo
encomendado.
Pasando varios
días, el hombre se dio cuenta que los negocios
prosperaban. Una madrugada se levantó temprano,
y al ensillar su caballo divisó un imponente
toro negro, con los cuatro cascos y los dos
cachos blancos. Pasó este hecho desapercibido y
se fue a trabajar como de costumbre . En la
tarde regresó de la faena y observó que el toro
todavía se encontraba merodeando la casa. Pensó
¿será de algún vecino?. Al otro día lo despertó
el alboroto causado por los animales, se imaginó
que la causa podía ser el toro negro. Trató de
sacarlo de su territorio, pero esto no fue
posible porque ningún rejo aguanto. Cansado y
preocupado con el extraño incidente se acostó,
pero a las doce de la noche fue despertado por
un imponente bramido. Al llegar al potrero se
dió cuenta que miles de reces pastaban de un
lado a otro. Su riqueza aumentó cada vez más.
Dice la leyenda
durante muchos años fue el hombre más rico de la
región. Hasta que un día misteriosamente empezó
a desaparecer el ganado y a disminuir su fortuna
hasta quedar en la miseria. Se dice que Juan
Machete después de cumplir su pacto con el
diablo, arrepentido enterró la pata que le
quedaba y desapareció en las entrañas de la
selva. Cuenta la leyenda que en las tierras de
la Macarena deambula un hombre vomitando fuego e
impidiendo que se desentierre el dinero de Juan
Machete.
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